Cómic Morguetown. Prólogo.



Portada de la segunda edición.


Morguetown es un cómic que hice con mi viejo colega Jorge Martija. La historia es un poco larga. Por aquel entonces (2010) estaba acabando mi tesis doctoral y cuando Jorge me hizo la propuesta, tenía un mono total de hacer un proyecto dibujístico, así que me apunté al bombardeo.


Jorge estaba preparando una webserie llamada Morguetown y ya había rodado el primer capítulo. La verdad que para ser un trabajo totalmente amateur hecho con 0 medios (rodaba con un fondo verde en su cocina y luego se hacía unos matadones de postproducción retocando casi fotograma a fotograma con el puto photoshop). No sé cómo lo hizo pero le quedó un trabajo más que decente. Y por las ideas que me contaba tenía bastantes posibilidades para los siguientes episodios. Evidentemente tomaba la estética pulp de la adaptación cinematográfica de Sin City. Aquí podéis ver el video:



Morguetown. Capítulo 1


Bueno, el caso es que la idea de Jorge era crear un cómic de cada capítulo y, con lo que sacase de cada número, financiar el rodaje del siguiente capítulo. Naturalmente esta estrategia tenía bastantes agujeros. El primero era que realmente lo que me enseñó, ya encuadernado y todo, no era un cómic, sino una fotonovela. Yo le comenté que a estas alturas no se iba a comprar una fotonovela ni el tato. Y que si quería colar el producto en tiendas de cómic lo mejor es que fuera un cómic de verdad, dibujado. Él estuvo de acuerdo. De todos modos, yo le advertí que aún así, aquí en España nadie se hace precisamente rico con un cómic, y que con el mercado saturado de autores consagrados vender no iba a ser fácil, y menos autopublicándonos, sin respaldo de distribuidoras ni nad, y en blanco y negro unos desconocidos. Vamos en plan FANZINE pero sin contenidos de fanzine. De todos modos el argumento de Morguetown me parecía atractivo y las manos me quemaban por dibujar algo. Así que me puse manos a la obra.

La historia es que, en cierto modo, el pasar de una fotonovela ya acabada a un cómic por realizar le trastocaba el planning a Jorge y me puso un plan demencial de un mes para dibujarlo. Si a esto añadimos que yo estaba dando 24 horas de clases semanales y además estaba finiquitando la tesis doctoral era literalmente imposible dibujar todas esas páginas a tinta.
Así que tuve que tomar una decisión que no me hizo ninguna gracia pero que era la única factible, calcar la fotonovela a tinta. Mi idea era copiar las viñetas, que no es lo mismo, porque habría mayor labor de interpretación pero eso era imposible. Así que básicamente fue un ejercicio tremendo no de dibujo sino de ENTINTADO. Y en cierto modo lo disfruté. 


Portada para la primera edición.

Para que se me entienda bien aquí están las labores que realicé en el cómic:

1-Remaquetar toda la fotonovela. Por varios motivos. El primero mejorar la narrativa gráfica, en la que soy más ducho que Jorge (mejorar transiciones entre secuencias, los finales principios de cada página etc).  El segundo aumentar el número de páginas hasta 40; no recuerdo el número original de páginas, pero si queríamos venderlo a un precio que lo hiciera mínimamente rentable y para cubrirnos mejor las espaldas por si no tenía continuidad lo mejor era darle un aspecto lo más parecido a un álbum. Y el tercero era que el formato de página del cómic iba a ser más ancho que el de la fotonovela y habría que rellenar márgenes, lo cual hice principalmente en la fase de dibujo, pero había que tenerlo en cuenta también en el maquetado.

2-Calcar a tinta la fotonovela tal y como la había remaquetado yo. Aquí hice un trabajo más profesional de lo habitual en mi. Papel schoeller y entintado a pincel. Suerte de papel que es más satinado y resbala mejor el pincel pudiendo ir más rápido y desgastándose menos el pincel.

3-Dibujar todo lo que hiciera falta. Primero añadí tramas de plumilla para dar grises y mejorar la claridad de las viñetas. Después tuve que dibujar sin referencia los laterales de un montón de viñetas para adaptarlas al formato de página y, evidentemente, intentar dibujar al mismo nivel de estilo, realismo y acabado que los calcos de foto (un poco rollo Vol. 1 de Vértice pero bien). En muchos casos no sólo eran los márgenes, muchos uniformes de soldado los tuve que dibujar casi de cero recuerdo bien.

Tras ello, de la rotulación y de la maqueta del álbum y negociaciones con la imprenta se encargó Jorge.

El tema es que tenía tanta prisa por sacar una primera edición que no me dio tiempo en ese mes a maquetar y terminar de dibujar todo. No llegué a las tres últimas páginas que eran en color. Así que la primera edición (que prácticamente vendimos entre amigos) salió con las tres últimas páginas directamente sacadas de la fotonovela. Me piqué y las pinté a gouache en un fin de semana, de modo que, la segunda edición, la que iría a librerías, ya estaba completamente dibujada por mi. Esta segunda edición tenía una portada mejorada y un tamaño más reducido y menos cuadrado que la anterior. En mi opinión es bastante mejor.


Dibujo original de la portada.

Pero cuando llegó la distribución la verdad que fue un desastre, y peor del que yo ya preludiaba. Al ser autoeditado, no había ningún tipo de acuerdo con editorial o distribuidora (con las prisas no había tiempo para estos detalles, o una eventual negativa)  así que se tuvo que distribuir en plan fanzine, como en los viejos tiempos, lo que ya me tocaba un poco la moral, porque para mi era un retroceso y ya me veía lo que iba a pasar. El cómic no podía estar en el espacio de las editoriales y en el de los fanzines quedaba oculto ya que el espacio reservado para estas publicaciones es patético en las librerías, y lo que es más, no era, ni tenía el aspecto de un fanzine, por lo que la persona que rebuscase ahí difícilmente se interesaría por el producto. Por no hablar de que había muchos menos puntos de venta de fanzines que 10 años antes, y de que, claro, yo lo distribuía en Barna, Jorge en Alicante y los dos en Logroño. Vamos, todo un poema. 

Yo a estas alturas ya iba quemadete y Jorge viendo que la cosa no funcioná puso punto y final a Morguetown viendo que los resultados no hacían merecer la pena el esfuerzo. Así que ambos pasamos a otras cosas.

Pasado el tiempo me quedo con lo positivo. Un albumcito dibujado (aunque de aquella manera) y, sobre todo, un magnífico ejercicio de entintado.